Con 275,000 hectáreas y una
biodiversidad que rara vez se encuentre en otro lugar del planeta, la Reserva
Nacional Tambopata se convierte poco a poco en uno de los principales destinos de
toda la Amazonia. La reserva cuenta con la mayor cantidad de variedades de
mariposa en el mundo (1122), y en un espacio de sólo 5,500 hectáreas se llegó a
encontrar 545 especies de aves, más que la totalidad de EE.UU. Además, la
región es aún hogar de especies muy amenazadas como el lobo de río, el
armadillo gigante y el águila harpía, que habitan en alguno de los 7 tipos de
bosque que hay en esta selva.
Tambopata cuenta hoy en día con la
mejor infraestructura de albergues ecológicos de la Amazonía peruana, a los
cuales se llega en un bote a motor navegando por el río del mismo nombre o el
Madre de Dios. Por ello, no hay excusas para no ir ni experimentar cómo los
sentidos se pueden activar al límite.
VISIONES. La naturaleza explota frente a los ojos de quien se
adentra en estas selvas. El verde es dueño absoluto del paisaje, y lo acompaña
un potente cielo azul con nubes que parecen dibujadas a mano. Tener el río
Tambopata en frente, o alguno de los lagos, como el Sandoval, Sachavacayoc o
Condenado llena de vida los ojos de cualquiera, y los mantiene al tanto de la
repentina aparición de vida silvestre. Tal vez un caimán negro se asome por la
superficie del agua, una pareja de guacamayos pase volando o, en los árboles,
una familia de pichicos (o monos titi) se muevan en busca de frutas. Lo que
sea. Todo depende de la suerte y del buen ánimo de quien observa.
SONIDOS. Magia para los oídos. Si la vida misma tuviera un sonido
en especial, ese sería el de la selva. Sobretodo cuando oscurece. Pongámonos a
pensar en una noche típica limeña, bulla de auto, alarmas, vecinos que ven
televisión a todo volumen, y la mente ocupada en el trabajo del día siguiente,
universidad, colegio. Ahora imaginemos dormir con ruidos que solo produce la
naturaleza. El sonido de los árboles, los grillos, cigarras, aves, ranas,
monos, la lluvia. La mente queda en blanco hasta en el más estresado de los
workaholics.
SABORES. Se puede probar la selva también. Un copoazú o un zapote,
frutas exóticas y desconocidas en Lima pero de muy buen sabor, tienen que
probarse. En Tambopata se produce muchísima fruta, tanta que ni se sabe qué
hacer con ella, así que los amantes de ellas tienen que sacarle provecho a esto
y probar nuevos sabores.
SENSACIONES. La extraña y fascinante sensación de estar a merced de
lo natural, de lo salvaje e impredecible, se adueña del que recorre las trochas
de Tambopata. El calor sofocante hace que un chapuzón en el río o en alguna
quebrada sea un premio a la aventura de entrar en la selva y recorrerla con
unas necesarias botas de hule para el lodo y los animales venenosos. Los
sentidos están más activos que nunca, a la espera de algo que probablemente no
aparezca, porque en la selva hay que aprender a esperar lo inesperado. Al
final, algún animal aparece y la experiencia se vuelve cada vez más emocionante.
AROMAS. No existe un aire más puro y limpio que el de la Amazonía, y
cada respiro lo confirma. El olor a naturaleza es absoluto, a suelo húmedo con
hojas caídas, troncos viejos, hojas verdes por donde se mire, flores
espectaculares, estanques, quebradas, ríos y lagos. Sin embargo, tras una
fuerte lluvia, pareciera que los aromas se volvieran más intensos.
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