martes, 31 de julio de 2012

Tambopata, refugio de vida




Con 275,000 hectáreas y una biodiversidad que rara vez se encuentre en otro lugar del planeta, la Reserva Nacional Tambopata se convierte poco a poco en uno de los principales destinos de toda la Amazonia. La reserva cuenta con la mayor cantidad de variedades de mariposa en el mundo (1122), y en un espacio de sólo 5,500 hectáreas se llegó a encontrar 545 especies de aves, más que la totalidad de EE.UU. Además, la región es aún hogar de especies muy amenazadas como el lobo de río, el armadillo gigante y el águila harpía, que habitan en alguno de los 7 tipos de bosque que hay en esta selva.
Tambopata cuenta hoy en día con la mejor infraestructura de albergues ecológicos de la Amazonía peruana, a los cuales se llega en un bote a motor navegando por el río del mismo nombre o el Madre de Dios. Por ello, no hay excusas para no ir ni experimentar cómo los sentidos se pueden activar al límite.

VISIONES. La naturaleza explota frente a los ojos de quien se adentra en estas selvas. El verde es dueño absoluto del paisaje, y lo acompaña un potente cielo azul con nubes que parecen dibujadas a mano. Tener el río Tambopata en frente, o alguno de los lagos, como el Sandoval, Sachavacayoc o Condenado llena de vida los ojos de cualquiera, y los mantiene al tanto de la repentina aparición de vida silvestre. Tal vez un caimán negro se asome por la superficie del agua, una pareja de guacamayos pase volando o, en los árboles, una familia de pichicos (o monos titi) se muevan en busca de frutas. Lo que sea. Todo depende de la suerte y del buen ánimo de quien observa.

SONIDOS. Magia para los oídos. Si la vida misma tuviera un sonido en especial, ese sería el de la selva. Sobretodo cuando oscurece. Pongámonos a pensar en una noche típica limeña, bulla de auto, alarmas, vecinos que ven televisión a todo volumen, y la mente ocupada en el trabajo del día siguiente, universidad, colegio. Ahora imaginemos dormir con ruidos que solo produce la naturaleza. El sonido de los árboles, los grillos, cigarras, aves, ranas, monos, la lluvia. La mente queda en blanco hasta en el más estresado de los workaholics.

SABORES. Se puede probar la selva también. Un copoazú o un zapote, frutas exóticas y desconocidas en Lima pero de muy buen sabor, tienen que probarse. En Tambopata se produce muchísima fruta, tanta que ni se sabe qué hacer con ella, así que los amantes de ellas tienen que sacarle provecho a esto y probar nuevos sabores.

SENSACIONES. La extraña y fascinante sensación de estar a merced de lo natural, de lo salvaje e impredecible, se adueña del que recorre las trochas de Tambopata. El calor sofocante hace que un chapuzón en el río o en alguna quebrada sea un premio a la aventura de entrar en la selva y recorrerla con unas necesarias botas de hule para el lodo y los animales venenosos. Los sentidos están más activos que nunca, a la espera de algo que probablemente no aparezca, porque en la selva hay que aprender a esperar lo inesperado. Al final, algún animal aparece y la experiencia se vuelve cada vez más emocionante.

AROMAS. No existe un aire más puro y limpio que el de la Amazonía, y cada respiro lo confirma. El olor a naturaleza es absoluto, a suelo húmedo con hojas caídas, troncos viejos, hojas verdes por donde se mire, flores espectaculares, estanques, quebradas, ríos y lagos. Sin embargo, tras una fuerte lluvia, pareciera que los aromas se volvieran más intensos. 

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